miércoles, 31 de agosto de 2011

Barcelona


Parecía que el decir que me iba sola de viaje era raro no, lo siguiente. Supongo que en una ciudad pequeña como en la que vivo era algo inconcebible. Pero precisamente por eso necesitaba irme a perderme a un lugar grande, lleno de gente, en el que, paradójicamente, pudiera estar sola. Tenía muy claro que me quería ir y al mismo tiempo estaba aterrorizada porque era la primera vez que realizaba un viaje sin compartirlo con nadie. Era miedo ya no a la soledad en sí sino a que tener tanto tiempo para escuchar a mi interior acrecentara el malestar que me corcomía por dentro. Aunque realmente me sentí muy acompañada porque aquellas personitas a las que adoro estuvieron conmigo, compartiendo el viaje desde la distancia. Era como si me los hubiera llevado a todos en la mochila :)
Barcelona fue el destino escogido, una ciudad que a pesar de lo cerca que la tengo he pisado poco y cuando lo he hecho ha sido de pasada. Me perdí por sus calles, caminando sin parar, dejándome fluír y, poco a poco, notaba que la ciudad me atrapaba en su red. Era una sensación controvertida y placentera al mismo tiempo: me sentía como una minúscula parte de ella y por otro lado sentía que mi yo crecía, haciéndose cada vez más presente. Llevaba muchos días intentando buscar una definición a mi estado de ánimo: no estaba deprimida, no estaba ansiosa, ni cansada, ni con la autoestima por el suelo, ni incompleta, ni desanimada, ni insegura, ni decepcionada, ni perdida... era una mezcla de todo ello y no era nada de eso. Y al final, después de muchos kilómetros andados, de visiones impresionantes, de olores y sabores nuevos, escuché la palabra que buscaba sentada en la butaca de un pequeño teatro: "Des-penjada" (descolgada). Sí, era eso. Me sentía como una pieza de puzle perdida, que no encuentra donde encajar, que no sabe bien que es lo que busca, que cuando cree que ha hallado su lugar se da cuenta de que allí tampoco es. Alguien que ha llegado tarde al andén y el tren ya se ha marchado... Y mire a mi alrededor y entonces me dí cuenta de que no era la única que estaba en esa situación, que todos, en cierto modo y en algún momento (o en varios), nos sentimos así. Supongo que forma parte de nuestro camino en busca de la felicidad, de nuestro crecimiento personal. Pero lo importante es no dejar de buscar y disfrutar de todo lo positivo, de los pequeños grandes momentos que en el camino encontramos y que, cuando nos "descolguemos", creamos siempre que volvernos a subir al mundo es posible, porque dentro de este gran Universo hay otros pequeños, diferentes entre sí, ya que cada uno construímos el nuestro...

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Porque los senderos son sabios y las casualidades siempre tienen una razón de ser...